martes, 28 de octubre de 2008

La piel del tambor -Arturo Pérez Reverte-

Somos la piel parchada del tambor que sigue sonando aunque la guerrahaya terminado.
La piel del tambor es un libro diferente de Arturo Perez Reverte. A este se lo conoce principalmente por sus aventuras (como el club Dumas o la Carta Esférica) o quizás por sus relatos de guerra (como Territorio Comanche), y aunque la mayor parte de sus libros son aventuras del estilo Dumas o Stevenson, el lenguaje bien cuidado y la profunda investigación del tema que trata le da una característica fundamental a sus libros. Pero en este caso, en la piel del tambor, la aventura pasa a un segundo plano y aparecen otros elementos más importantes e interesantes.
La novela consiste en una Iglesia de Sevilla (Nuestra Señora de las Lágrimas) como punto central en un conflicto religioso, económico y humano con dos muertes ocurridas en este lugar, y el interés de Roma en el tema por causa de un pirata electrónico que dejó un mensaje en la computadora del Papa. El cura enviado para investigar el problema es el padre Quart (de una agencia de inteligencia del vaticano) y es uno de los tantos personajes sorprendentes del libro.
Aunque la historia gira alrededor de la investigación sobre Nuestra Señora de las Lágrimas la verdadera historia que leemos nace de los personajes, de la interacción de estos, el contacto de las diferentes realidades y cómo sus vidas son afectadas por la presencia de los otros. En un simil cercano, uno de los personajes, el padre Ferro fuera de ser un cura de pueblo con la sotana raida y un humor de mil demonios es un amante de la astronomía, y de una manera similar a la vida, el padre ve en el espacio como la presencia de los astros afecta en la existencia de los vecinos, y cómo en la ley de gravitación universal, la atracción de un cuerpo por otro es directamente proporciona a la masa y afecta a ambos cuerpos. Un cuerpo por más pequeño que sea siempre afecta y es afectado. Y de la misma manera, los personajes por más pequeños que sean (y esto ocurre también en la vida real) afectan y son afectados por la realidad del resto. De esta manera es imposible acercarse a una persona sin afectarla y sin ser afectados por ella.
Otros de los personajes importantes de la novela son Macarena, hija de la duquesa y una de las principales interesadas en la Iglesia. Su interés reside en conservar una historia de amor, una posibilidad de amor, de una tía abuela que encontró este amor y perdió la razón esperando que su amado regrese del mar. Macarena tiene el recorte de muchos de los personajes de Perez Reverte como pueden ser Milady (el Club Dumas) Tánger Soto (La carta esférica) o la experta espadachín que desconcertó y enamoró al Maestro de Esgrima, todas estas mujeres de Perez Reverte son parecidas, hermosas inteligentes y peligrosas, y aunque pueden ser más o menos buenas (Macarena es la más buena) tienen los mismos ojos y la misma atracción por el escritor.
Otra de las mujeres que aparecen en el libro es Gris Marsella, monja, americana, enamorada de Sevilla y encargada de la restauración de la iglesia. Con un corte en la muñeca y con muchos conflictos internos es parte del otro grupo de las mujeres de Perez Reverte. Este grupo es mucho menor y esas mujeres son más misteriosas, con más rincones ocultos en su vida y no es tan fácil saber si son buenas o malas, en este grupo recuerdo a Irene Adler (del club Dumas) y la infanta modelo de Velazques que llenó la mente de Iñigo Balboa. Gris Marsella definitivamente es la mayor, es una especie de Irene adulta, más centrada y sobretodo más humana. En la última escena del libro la vemos en una foto borrosa en Chiapas una vez más defendiendo lo que cree.
Después encontramos al Padre Ferro (del que ya hablamos) con la personalidad como su mismo nombre, su vida es la iglesia pero las cosas que hace no las hace ni por Roma ni por su edificio sino por la gente.
Después encontramos a un fantástico trío que aparece varias veces durante todo el libro y aunque son parte de la historia, parecen caminar por líneas paralelas, con sus intereses y su propia vida. Este trío (como Macarena también) es la esencia de Sevilla.
Primero está Don Ibrahim, un ex abogado, (hasta que le descubrieron que su título era falso), con una juventud en el caribe, y una vida de realidad e imaginación donde conoció a Hemingwey al que le ganó un reloj en Póquer, a un joven García Márquez, que le regaló un encendedor, a Ernesto "Che" Guevara que le enseñó a fabricar cocteles molotov, a María Félix que le regaló un bastón y a tantos otros que él mismo no puede diferenciar su realidad de la ficción. El paraíso para él es estar sentado en la parte trasera de un club con un Montecristo en la mano escuchando cantar a la Niña Puñales (y claro esperando que la caja del club traiga buenos ingresos). Después está el Potro Mantelete, con una mujer infiel (y un hermano infiel) salvado de la cárcel gracias a don Ibrahim y desde entonces sombra, amigo y fiel compañero de este. Por último está la Niña Puñales, andaluza con años encima, arrugas en los ojos y la voz para cantar rota por la historia y el tiempo. Don Ibrahim dice que si le preguntaran de qué está orgulloso respondería de haber tenido una amistad como la del potro y haber escuchado cantar a la Niña Puñales.
Por último (y a pesar de que hay muchos más personajes) está el padre Quart, enviado de roma y protagonista de la novela. Este es un cura pero más que un cura un soldado. Su fe se refugia en la costumbre, en la voluntad y en la constancia de obedecer órdenes. Le pesan en su memoria cadáveres y mujeres y la única forma de protegerse de esto son las duchas frías y los rezos repetidos. El pare Quart anda vestido con un traje italiano hecho a medida, alza cuellos impecable y mancuernillas sencillas de plata. Lleva el pelo gris y corto como el de un buen soldado y prefiere primero escuchar y después recién asimilar. Gracias a este personaje podemos ver la historia desde un puesto neutral, podemos conocer a Sevilla y a la Iglesia desde afuera (a pesar que él mismo está dentro de ambas) y junto con él realizar ese viaje lleno de colisiones con otros mundos, que acaba sólo en un paso hacia delante en el entendimiento.
En último lugar está Sevilla como un personaje... Una ciudad calurosa, con olor a azahar y a naranja agria. El río que corre despacio llevándose todas las historias que escuchamos y las calles, que como la vida, permiten encuentros y desencuentros entre los personajes y sus propias vidas. Dentro Sevilla está esta iglesia que mata para defenderse, y esta Sevilla es la que permite la existencia de todos los personajes que en ese libro hemos conocido.

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