martes, 28 de octubre de 2008

El Juego del Angel, de Carlos Ruiz Zafón

Es difícil comentar esta novela sin tener en mente el super mega éxito anterior de Carlos Ruiz Zafón, "La sombra del viento", especialmente por la cantidad de puntos comunes que tienen ambas obras.La primera impresión que produce "El Juego del Angel" es que se trata de una obra más elaborada, con mejor prosa (aunque hay metáforas, estas son más mesuradas, más acordes con lo narrado, más elegantes), con unos diálogos llenos de ingenio y con cierta dosis de humor. No obstante, sigue insistiendo en sus descripciones de amaneceres, que se repiten con cierta frecuencia al inicio de muchos capítulos, creando una sensación de ya visto, que también ocurre con las apariciones del inspector y sus dos gorilas, casi siempre narradas de la misma forma (David llega a su casa y allí está el inspector con el cigarrillo en la boca, esperándolo). La estructura es similar a la de la "Sombra del viento": un protagonista joven y culto, amante de los libros, que visita la biblioteca de los Libros Olvidados y recoge de allí una historia escrita por alguien del pasado que tiene una cierta relación con él, y que al tiempo que desgrana su propio drama y sufre un desengaño amoroso, trata de desentrañar el del antiguo autor, yendo y viniendo por ambientes tétricos, entrevistando a personas que conocieron al susodicho, etc, etc. En este caso, sin embargo, el vínculo entre ambos personajes es mucho más intenso. Y como en el otro, el autor, que se creía muerto ¡está vivo!Zafón es un escritor decimonónico en pleno siglo XXI. Se nota no solo en sus argumentos sino también en las situaciones o escenas en las que coloca a los personajes, que parecen como de película de terror o de novela gótica o relato de Edgar Allan Poe. Así de buenas a primeras recuerdo la improbable escena de la muerte de Cristina, digna de película de Roger Corman (se rompe el hielo sobre el que camina con los pies desnudos y ensangrentados y luego este se cierra sobre ella, mientras el protagonista la ve ahogarse a través del hielo) o la lucha final entre David y el inspector, en un teleférico (esto me ha recordado a Hitchcock, así como el tema del "falso culpable" perseguido por todas partes). Pero no es lo único, mansiones tétricas y en ruinas, cementerios, panteones, incendios pavorosos, falsos muros que dejan tras de sí habitaciones secretas, espiritismo... En fin, todo un compendio de lugares comunes del romanticismo más exacerbado que convertirán el relato en bastante inverosímil (o muy inverosímil) de no ser porque el autor, astutamente, deja la puerta abierta a la subjetividad de la narración en primera persona, que nos hace dudar sobre si lo que acontece al personaje son realidades o fantasías suyas (yo opto por esto último: el epílogo fechado en 1945 así lo da a entender). Así pues la historia puede funcionar en dos vertientes: como relato fantástico o como relato de una locura delirante. Lo que en una novela realista podríamos censurar, como lo absurdo de ciertas situaciones (que David siempre se cite con su patrón en lugares lúgubres, inclusive cementerios; que descubra que está relacionado con otros crímenes y no le pregunte nada al respecto cuando lo ve, etc, etc) aquí se justifica apelando a esa doble condición del relato, que podría tener también una triple lectura como homenaje al folletín (no hay que olvidar que David se hace famoso escribiendo novelas de ese estilo, bajo seudónimo, aunque aspira a hacer una novela "buena" con su verdadero nombre)La novela se me ha hecho algo larga. Creo que muchos diálogos y situaciones se eternizan, sobre todo por el afán descriptivo, y que el autor no usa la elipsis narrativa todo lo que debería (por ejemplo, contar cómo va a comprar billetes a la estación para mí no es necesario). Ya he comentado la excesiva artificialidad de la trama, ampliada con la siembra de cadáveres que va dejando el protagonista cada vez que visita a alguien... Pero como decía más arriba, es imposible considerar esto un error si hablamos de un relato subjetivo. Otra cosa curiosa es lo cultos e ingeniosos que son todos los personajes; hasta los adolescentes parecen superdotados.Entre lo más destacable está la relación de David y su joven "aprendiz de escritora" Isabella, sostenida a base de largos diálogos salpicados de un ingenio inusual (y más en una chica de 17 años); y la entrañable descripción que hace de la librería Sempere y de sus dueños (que tienen relación con la Sombra del Viento); y algunas descripciones muy visuales, amén de las "claves" simbólicas que salpican la obra, como ese broche con el ángel, las alusiones a Lucifer (ángel caído), etc, etc.En resumen, un libro que gustará a los amantes del misterio y de las historias folletinescas, mucho mejor escrito que otros bestsellers aunque de precio excesivo (¡casi 25 euros!), y un poco visto en su argumento. Casi se podría decir que el autor se autoplagia. Y nos espera más de lo mismo. Según he leído por ahí, esta es la segunda de una tetralogía ambientada en Barcelona y que tiene por leit motiv el famoso Cementerio de Libros Olvidados...

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