
Con poderes de Dios-centauro omnipotente-me sacaste de la costilla curva de mi mundolanzándome a buscar tu prometida tierra,la primera estación del paraíso. Todo dejé atrás. No oí lamentos, ni recomendaciones porque en todo el Universo de mi ceguera solo vos brillabas recortado sol en la oscuridad. Y así, Eva de nuevo, comí la manzana; quise construir casa y que la habitáramos, tener hijos para multiplicar nuestro estrenado territorio. Pero, después, sólo estuvieron en vos las cacerías, los leones, el elogio a la soledad y el hosco despertar. Para mí solamente los regresos de prisa, tu goce de mi cuerpo, el descargue repentino de ternura y luego, una y otra vez, la huida tijereteando mi sueño,l lenando de lágrimas la copa de miel tenazmente ofrecida. Me desgasté como piedra de río. Tantas veces pasaste por encima de mis murmullos, de mis gritos,a bandonándome en la selva de tus confusiones sin lámpara, ni piedras para hacer fuego y calentarme, o adivinar el rumbo de tu sombra. Por eso un día, vi por última veztu figura recostada en el rojo fondo de la habitación donde conocí más furia que ternura y te dije adiós desde el caliente fondo de mis entrañas, desde el río de lava de mi corazón. No me llevé nada porque nada de lo tuyo me pertenecía-nunca me hiciste dueña de tus cosas-y saliste de mícomo salen -de pronto-desparramados, tristes, los árboles convertidos en trozas, muertos ya, pulpa para el recuerdo, material para entretejer versos. Fuiste mi Dios y como Adán, también me preñaste de frutas y malinches, de poemas y cogollos, racimos de inexplicables desconciertos. Para nunca jamás esta Eva verá espejismos de paraísoo morderá manzanas dulces y peligrosas, orgullosas, soberbias, inadecuadas para el amor.
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